domingo, 16 de septiembre de 2012

Veintiséis mil empleados

Distritos del Gran Londres
con la City of London en rojo
Will tiene veinte años y en sus primeros días de trabajo en el hostel lucía un aspecto luminoso.
Dijo que era emocionante iniciarse en una plaza dónde poder aprender y ver que en ella se le ofrecía auténtica comida a la clientela.
-¿Comida fresca?, ¿dónde estuviste tú trabajando antes?, le pregunté sin pizca de asombro a la vista.
-En Wetherspoon, ¿conoces esa compañía?, me contestó.
-Vaya si la conozco,  estuve por entrar ahí.
-¿A comer?
-No, a trabajar, en el pub Tivoli, ¿lo conoces?.
-Yo estaba normalmente en The Regal de St.Andrews Street, en el centro, pero sí, lo conozco, alguna vez me mandaban para allá.
-Es bastante reciente ese pub,¿no?, el Tivoli, en Chesterton, al menos para esa cadena.
-Hará unos dos años que lo tomaron. 
-Con razón no podía encontrarlo, semejaba un local fantasma, colocaba el muñeco de Google Maps sobre la dirección exacta y allí no aparecía por mucho que me paseara acera arriba acera abajo con el cursor.
-Wetherspoon lo tomó y lo remodeló.
-Claro, el coche de las fotos habrá pasado antes inmortalizando la calle sin el pub.
-El local estaría. 
-Sí, y grande. Pensé que sería una iglesia o un teatro. Deberían haberse apurado los de la cuchara* a colgar el rótulo.
-Eso.
-Allí podrías comer, ¿no?, Will.
-Igual que aquí.
-Cómo que igual que aquí.
-Pues nada.
-No me digas.
-Si pagabas podías, solo que allí ni siquiera me apetecía.


¡Dios de la Virgen Santísima!, pensar que me morí de ganas por entrar en ese paraíso.
Mi ilusión cobró volumen a raíz de la segunda llamada telefónica recibida de un empleador en dos años, esta vez en respuesta a una solicitud kilométrica que había rellenado online. 
Allí empecé a informarme sobre la empresa donde iba a trabajar.

Resulta que había picado en mi anzuelo un pez gordo, el gigante de la industria del pub británico; como su dueño a la cabeza, Tim Martin, que con su altura cercana a los dos metros había conseguido colocar su logo y  timbre  en más de ochocientos pubs por todo el Reino Unido. Partiendo de su primero en Haringey, montado en el setenta y nueve de la anterior centuria en ese distrito del segundo anillo del Gran Londres, en una década logró llenar de pubs de su compañía ese y los treinta y un otros distritos que rodean la City of London; sumando hasta el día de hoy a su proeza empresarial una cadena de hoteles y demás negocios adyacentes.
Lo gracioso es que Tim Martin era un desastre en el colegio y le puso a su compañía, Wetherspoon, el apellido de un profesor que tuvo en Nueva Zelanda que ante la exposición infantil de sus pretensiones a futuro le auguró que jamás iba a triunfar como hombre de negocios.
Por más que quede decorativa la indisciplina en el mito originario de un triunfador, tan desaplicado no debía de ser el crío si a pesar de ser expulsado de no se cuantísimos colegios británicos y de la otra parte del globo terminara la carrera de derecho, según biografía, antes de empezar a foguearse en los negocios como comercial para The Times y otras artes mercantiles buscavidas.

Si el número de pub con el distintivo Wetherspoon crece en el Reino Unido como la espuma de sus cervezas, algo de bueno y bien llevado debe de haber ahí, conjeturaba yo, igual va a ser el lugar donde me reconozcan y termine catapultada hacia las alturas del negocio.
Tanto sueño y no pasé de la puerta.
Me citaron para una entrevista y allí acudí. Tras esperar media hora ojeando la revista mensual de la compañía, un muchacho negro de la edad de mis hijos vino a mi encuentro para acompañarme por amplias escaleras alfombradas hasta un segundo piso y hacerme sentar en una mesa del restaurant vacío dónde yo supuse que debía aguardar a su mayor, que resultó ser él mismo, sin gana alguna de gastar su tiempo conmigo.
De entrada me pidió la tarjeta del Insurance Number que no llevaba encima,  por estar escrito que es mejor guardarla en casa que sacarla a pasear; y con eso acabamos.
Sin la tarjeta no hay entrevista, me dijo el muchacho, no me vale su hoja oficial con ese mismo número impreso, ni la posibilidad de que me la alcance luego, mañana o pasado; mi tiempo con usted acabó en cuanto la vi y el resto pasa de la ralla, me siguió diciendo con su actitud y algunas palabras, y no hubo arte mio que valiera para demolerle la primera impresión y convencerlo de que era perfectamente apropiada para el puesto.
Así que de la puerta pasé, pero solo hasta el segundo piso, eso sí, con vistas al río, sentados los dos en las sillas de un grandioso comedor con enormes superficies de su suelo despejado, mullido y estampado para confort y distracción óptica del cliente.
Pub de la cadena Wetherspoon
Eso debe de ser, el fuerte de la cadena estará del otro lado, acertando con el cliente en el gusto de la mayoría.
Locales bien puesto, cerveza de barril en dosis de gran trago si se desea, comida a buen precio, sin humo desde antes de la ley, sin música y abierto desde la mañana temprana hasta el toque de las once.
Y a los veintiséis mil empleados que tienen habría que preguntarles,  que en esa gran masa puede darse de todo, y hasta es posible que a algunos alcancen a permitirles el acceso al black pudding* sobrante a la hora de desayunar.

*Cuchara = Spoon
*Morcilla = Black pudding, blood pudding or blood sausage

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