martes, 11 de septiembre de 2012

Harakiri

Carlos Gorriarena
Jane, la chiquita de Nottingham, también se había ido.
Llegué un día y ya no estaba.
¿Qué pasó?, pregunté.
A mi me caía bien.

Parece que Jane le dijo a la directora que le recordaba a una profesora que tuvo de niña en el colegio y la calificó con unas palabras muy, muy gordas, según Dave; a la profesora o a la directora, ahora veo que no me quedó claro, pero para el caso da lo mismo. 
La cuestión es que directora la despidió; Jane amenazó con denunciarla; entonces la directora se lo pensó y la suspendió por una semana. Al regresar sostuvieron una reunión, la directora, la subdirectora y ella; por gestos y caras a través del cristal se veía que transcurría tensa. Al finalizar Jane salió disparada, recogió sus pertenencias de la casa del hostel dónde se hospedaba y regresó a su ciudad.

Mientras Dave contaba lo anterior y yo no podía disimular mi regocijo.
-Venga, Dave, por favor, dime qué palabra.
-No te la puedo decir Susanna, es demasiado fuerte.
-Va, hombre, ¡qué puede ser!, no ves que yo no me asusto de nada.
- Tu te pones contenta, pero esto es porque desconoces el sentido exacto que algunas palabras pueden tener.
- Cómo voy a captar el sentido de cualquier tipo si ni me la has dicho.
-Sólo te digo que si mi madre me llega a escuchar soltando eso, me mata con unas tijeras.
-Vaya.
-Créeme Susanna, uso unos términos  inaceptables, bajo ningún concepto se le puede proferir algo así  a un superior; y Betty, que se encontraba presente, coincidía de pleno con él.

Pollitos, pollitos, me decepcionáis, pensé, ¿queréis quedaros toda la vida como estáis?.
En fin.
De todos modos algo se rieron ellos con el asunto, y menos mal,  porque sino hubiera sido como para coger las tijeras de la madre y hacerme con ellas el harakiri .

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