viernes, 14 de octubre de 2011

Dedos cruzados


Lo que menos me gustaría es que la carta me llegara devuelta.
Puse en su remite la dirección del hostel y ahora entro cada mañana a la recepción con los dedos cruzados para no encontrármela.
De no verla más, siempre me quedaría la posibilidad de imaginarle diferentes versiones a lo sucedido, en el improbable caso de no recibir respuesta.

Lucas ya está aquí. Se ha venido con un amigo de Lleida. El amigo llegó vía Barcelona, mi hijo vía Madrid. Pau se hospeda en casa de Xavi. Xavi es el único que permanece en Cambridge de toda la pandilla de estudiantes-currantes-medio parientes que se juntaron aquí el año pasado. Xavi aguanta porque se ha echado una novia polaca con la que le va muy bien; trabaja en una pizzería y es hijo único; sus padres deben de estar cruzando los dedos también, a la espera de saber a dónde va a ir a llevarlo la licenciatura de químicas que tan gustosamente le costearon.
Nuestro hijo está hecho todo un hombre de negocios,  y no quiero ni imaginar qué es lo que piensa él que estamos hechos nosotros.

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