No he esperado hasta ahora para terminar comida por los gusanos antes de estar muerta.
Llevo un año repartiendo currículums, mandándolos vía Internet, endosándoselos a amigos para que me ayuden, rellenando solicitudes de empleo en la University of Cambridge o en los College; para servir, para cortar patatas, para limpiar; colándome por los pasillos y dependencias a fin de que me vean la cara y no me descarten de entrada para una entrevista, con las esperanzas altas y el descubrimiento por bandera; sin mensajes de respuesta, con cartas institucionales, que gracias, que tal vez en la próxima; pero ha llegado un punto en que he dicho: "Esto no puede continuar así".
Fue tras el encuentro en la galería comercial Grand Arcade con la única persona que contactó conmigo. Un hombre del que recibí no una, sino cuatro llamadas, con lo cual ya sospeche de las bondades del trabajo. No obstante, hacia el lugar de la cita me fui, para no descartar sin saber de cierto.
- No era mala oferta, según el encargado: "Podríamos hablar de una tarea más bien "cosmética" que de limpieza".
- Claro, ya me doy cuenta, un trabajo de esteticista para maquillar baños a fin de que luzcan siempre impecables en horas abiertas al público.
- No era mala oferta, según el encargado: "Podríamos hablar de una tarea más bien "cosmética" que de limpieza".
- Claro, ya me doy cuenta, un trabajo de esteticista para maquillar baños a fin de que luzcan siempre impecables en horas abiertas al público.
- ¿Le parece este un trabajo adecuado para usted?.
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