sábado, 30 de octubre de 2010

Carta de mi amiga Berta

Aquí pego la carta que he recibido de mi amiga Berta.
Hola Susanna.
¡Que alegría me da saber de vos! Te extraño muchísimo, para mi sos mi mejor amiga de España, siempre sentí mucha afinidad y la seguridad de poder contarte todas mis cosas sin ser juzgada.
Me va muy bien en el trabajo, me confirmaron que me van a hacer fija, y esto hoy en día es impagable y debo cuidarlo mucho. Estoy contenta con lo que hago.
El viaje a Galicia en pos del pueblo de mi padre fue toda una sorpresa. Es un pueblo muy chiquito sin ningún comercio. Empecé a preguntar en la calle a la gente que veía por la familia de mi abuela hasta que encontré a los hijos de una hermana suya. No me sentí bien recibida. Creo que vieron en mi a la persona que viene a reclamarles parte de sus posesiones o lo ya vendido. Me sentí tan mal. Mi intención era solo conocer la casa donde había nacido mi padre, pero los vi tan rastreros, que en cualquier momento comienzo a reclamar.
En lo sentimental las cosas van menos bien. Con el asturiano sigo viajando; estuvimos en Holanda y hace quince días fuimos a Lisboa y Porto, pero cada vez más sospecho que tiene otras relaciones. De momento me sirve, cuando vea que puede hacerme daño lo dejaré.
Lo próspero en lo familiar es que Graciela está haciendo el traductorado de ingles e italiano en la universidad y trabaja en la cafetería de siempre los fines de semana.
Lo feo es que falleció mi hermano el sábado pasado. Estaba muy delicado del corazón y no pudo salir adelante. A pesar de sus escasos cuarenta y seis años era una muerte anunciada.
Te he contado todo un rosario, jajaja, para que no te aburras. ¿Y vos? ¿Cómo está todo por ahí? Tengo ganas de ir a conocer. ¿Dónde pasarás las fiestas?. Ahora te toca a vos explayarte a tu antojo.
Un abrazo grande y escribime pronto,
Berta.

Y aquí pego mi respuesta.
Hola Berta.
Siento lo de tu hermano. Cuando hables con tu madre hazle llegar mis condolencias, es muy triste que tenga que pasar por algo así, dile que me acuerdo muy bien de ella y mandale un beso de mi parte.
Yo aquí muy bien, aunque hoy estoy un tanto cansada porque llevo seis días trabajando ocho horas diarias.  En realidad no se me cansa el cuerpo, se me cansan las piernas de estar tanto rato de pie sin tener la costumbre. Necesito hacer cada noche en casa una hora de estiramientos para recomponer el cuerpo. ¿No te pasaba a ti cuando trabajabas en los hoteles que se te cansaran las piernas? ¿Y ahora, te cansas? ¿Puedes sentarte de tanto en tanto?.
Mi trabajo en el hostel es de mucha intensidad. Tengo otra ocupación de dos horas por las tardes limpiando oficinas. Creo que en este segundo trabajo es donde está mi futuro laboral. El hombre con el que tuve la primera entrevista me dijo que es posible que en poco tiempo pueda tener jornada completa y me auguró progreso dentro de su empresa, una compañía de servicios.
Ayer Simón empezó a trabajar de lavaplatos en un restaurant tipo francés del centro. Doce horas diarias más dos de intervalo cuatro días a la semana. Empezó a las diez y a la una de la madrugada todavía no había regresado. Mi marido, conectado al Skipe, estaba muy alarmado. Se hicieron las dos, no respondía al teléfono. Lucas ya iba a salir de su casa para tratar de encontrarlo. Todos despiertos. A las dos y media contestó a las llamadas, recién estaban cerrando el restaurant. Por fin todos aliviados. Hoy a las diez de la mañana comenzaba de nuevo su jornada.
Mi marido llegará a Cambridge para quedarse el veinticuatro de noviembre. Ahí empezará una nueva historia.
Lucas estará a estas horas llegando al aeropuerto del Prat, a lo mejor Graciela se lo cruza por el pueblo esta noche.
Espero que vengas algún día a conocer esto. Muchos besos para ti y para Graciela.
Susanna.

jueves, 28 de octubre de 2010

Superwomans


El loro de Flaubert

La porción de círculo en un gráfico estadístico que le correspondería a los escritores con respecto a todas las demás profesiones ejercidas es mínima, sin embargo la proporción variaría mucho si calculáramos la cantidad de ellos que aparecen como personajes en libros o películas. Será que él que escribe habla a menudo sobre lo que más conoce.
En repetidas ocasiones leo en artículos de prensa a féminas contando acerca de sus atareadas vidas como mujeres profesionales que son. Estoy enterada de lo arduo que les resulta a veces conciliar su exigente trabajo con la vida familiar, algo que suelen resolver aplicando una muy buena organización.
Ellas no asumen el rótulo de superwomans que las revistas les adjudica, pero  confiesan que dicho título las persigue; las aboca a la perfección y les exige además lucir una apariencia externa impecable.
Sus neuronas trabajan en múltiples direcciones para cubrir todos los frentes; desempeñar sus trabajos, gestionar sus casas, ocuparse de la educación de sus hijos, controlar la salud familiar, planificar el ocio, programar las vacaciones, etc. etc.
Estas valiosas mujeres, que han encontrado la manera de hacerse apreciar, tienen a la fuerza que tener a su servicio un ejército de otras tantas féminas silenciosas encargadas de resolverles la intendencia.
Las viviendas no se limpian solas. Los niños pequeños enferman a menudo y necesitan de alguien que los cuide. Con fiebre, piojos o conjuntivitis tampoco pueden asistir al colegio de más mayores. La ropa se acumula si nadie la plancha. Alguien tiene que estar en casa cuando vienen a arreglar la lavadora; por no hablar de lo que sucede si el que tiene que llegar es el paleta o el pintor.
Silenciosas mujeres a la sombra realizan todos estos menesteres. No sabemos tanto acerca de ellas. Nadie les tapa la boca para que no hablen, es solo que no tienen fácil acceso a los medios para hacerse oír. No se sientan al ordenador a contar sus historias, ningún diario contrata sus servicios como cronistas de ellas mismas y no tienen amigas periodistas, vecinas escritoras o primas  publicistas que levanten su voz por ellas.
Tienen tantos frentes que atender como las primeras y despliegan además una actividad física agotadora; algunas serán extraordinarias mujeres pero a las trabajadoras silenciosas les está vedado el rótulo de superwomans y el reconocimiento social que los medios otorgan a las que han sabido desarrollar una carrera profesional.
Moraleja: Sin voz nadie te escucha. Si nadie te escucha, nadie te reconoce. Sin reconocimiento no hay superwoman posible.

domingo, 24 de octubre de 2010

Un grave problema personal

En Sidney Street
He llegado al trabajo con diez minutos de adelanto para hablar con Nick. Lo he encontrado solo y sin quehacer en la recepción. Le he comentado que había encontrado un error en mis pagos.
Me ha contestado que eran muchas las camas por hacer y que le contara mi problema al finalizar las tareas.
Le he señalado el reloj y me ha tenido que escuchar.
Esta bien, me ha dicho, lo revisaré otro día.
Es increíble. He sido el comodín del hostel durante todo el verano, he trabajado sábados y domingos sin cobrar pluses por festividad, he alargado mis horarios de improviso siempre que lo han requerido y  ahora el señorito no está dispuesto a abrir los ficheros porque hoy es domingo.
Este tío tiene un grave problema personal.
Por una vagabunda que entró un día a cobijarse ha hecho instalar un sistema de bloqueo en cada puerta de la planta baja. Los huéspedes tendrán ahora que meter sus tarjetas-llave en la ranura a cada paso que den. También ha pegado en el mostrador de la recepción un enorme cartel que conmina a los recién llegados a mostrar sus documentos. Vaya hostel más amistoso que va a ser este.
Ha coincidido que me he encontrado en la cocina a James y Daniel despellejando verbalmente a su jefe.
James está empeñado en aprender español y cada día me pide que le enseñe alguna nueva palabra;  hoy ha aprendido dos: bandeja y cabrón.   

sábado, 23 de octubre de 2010

Ruta hacia el hostel


Midsummer Common

Me desperté en mitad de la noche y no pude dormir más. Ayer me puse a revisar las cuentas y vi que en el hostel me están pagando menos de lo que me deben. Me enerva pensar que tendré que gastar energía y tiempo batallando por una cantidad miserable de dinero.Nunca me ha gustado andar contando las moneditas.
                                                                                   
He descubierto una nueva ruta para llegar hasta el hostel que es hermosísima. Bajo por Milton Road, tuerzo a la izquierda por Herbert Street, cruzo el río y me adentro en el parque de Midsummer Common por el sendero que corre casi paralelo a Victoria Avenue. Salgo de casa sola, pero al cruzar Maids Causeway ya somos bastantes los ciclistas que desembocamos ahí. Sigo la ruta señalada a la estación, atravieso Parker's Peace y me meto por Gresham Road para llegar a mi destino.
Ha amanecido con escarcha sobre la hierba. La circulación por Milton Road  se ha hecho más densa. Muchos ciclistas han abandonado sus máquinas y se han subido al coche; los que no hemos claudicado avanzamos por nuestro carril teniendo a nuestra derecha una hilera de autos detenidos.
Hoy los parques chispeaban de plata al reflejarse en sus enormes extensiones verdes la luz oblicua de la mañana.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Mi nueva Giant


Mill Road

Llevo una semana montada en una bicicleta de lujo que ha aumentado considerablemente mi calidad de vida. Con esta máquina me siento capaz de afrontar cualquier invierno por crudo que se presente. Es una Giant que compré de segunda mano en uno de los talleres de reparación que hay en Mill Road, pero ví que no había sido casi usada. El hombre de la tienda hizo negocio esa mañana; a la vez que yo compré la mía un chico americano con un aire a lo Brad Pitt tocado con una gorra adquirió otra casi igual para regalársela a su novia; se la llevó preciosa, con una cesta de paja adelante y el mejor candado; ya estará contenta esa mujer.
Pobrecita mi otra bici; yo necesitaba tanta energía para moverla que llegaba a los lugares sudada como un pollo. Ni siquiera podía desayunar bien en casa para no tener un corte de digestión por el camino. Ya me parecía raro que de tanto en tanto una viejecita inglesa  me adelantara sin esfuerzo. Ahora me tomo por la mañana un bol de avena con leche, un porritge recién hecho, y no tengo tiempo a enfriarme que ya he llegado a mi trabajo.
Eso sí, con mi vieja Universal tenía asegurado el ejercicio aeróbico diario.

domingo, 17 de octubre de 2010

Mr. Magpie y Doña Urraca

La doña Urraca de Miguel Benet
Marian me ha venido a encontrar a la salida del trabajo para ir al Cambridge University Botanic Garden. Le propuse hacer nuestras clases de intercambio idiomático de un modo más dinámico y divertido. Hoy tocaba hablar inglés. Su acento me parece muy bueno, aunque me resulte complicado imitarla. Se ha encontrado allí con una médica conocida suya del hospital acompañada por su padre, marido e hijos. La semana pasada caminando por la Reserva Natural de la orilla oeste del río Cam nos cruzamos con una pareja de doctores también compañeros suyos que se pararon a charlar. Es un priviligio ser partícipe de  estos encuentros casuales entre conocidos autóctonos.
Aunque en nuestro encuentro anterior hablamos todo el tiempo en español, me llevé a casa una bonita lección de inglés.
Conforme íbamos andando se detuvo ante nosotras una hermosa urraca y Marian, en una reacción instintiva, profirió estas palabras: "Good Morning Mr. Magpie. How are you and your family?", "Buenos dias Doña Urraca ¿Cómo está usted y su familia?". Me explicó entre risas que la presencia de un Magpie solitario es signo de mal agüero y la frase servía para inactivar lo desagradable que estuviera por llegar.
Le pedí que me escribiera en un papel el nombre del pájaro y la frase redentora. Le daba vergüenza y me decía que solo se trataba de una tontería de antaño.
Me pregunto porqué un pájaro tan bonito levanta supersticiones en cada país. Puede que al tratarse de un ave de alimentación omnívora, que no le hace ascos a ningún tipo de alimento, se la viera a menudo en el pasado sobre parajes de muerte y descomposición.
De niña pasaba temporadas en el campo con mi familia, viviendo en una masía no lejos de mi pueblo. Ahí veía yo a las urracas, les garses, en catalán, bajo la misma mirada desconfiada de los payeses, que no les tenían gran estima por los daños que causaban en los sembrados.
Además sabía que esas aves estaban al acecho de cualquier metal brillante que alcanzaran a ver y temía que me arrebatasen en un momento de descuido alguno de mis anillos. Había leído Las Joyas de la Castafiore, en Las aventuras de Tintín, y yo era una niña muy presumida que no quería quedarse sin alhajas.
Para completar la infamia mis hermanos y yo comprábamos cada semana la revista Pulgarcito, donde aparecían las viñetas de Doña Urraca, una malvada mujer con cara de pájaro, moño prieto y negra vestimenta dedicaba a tiempo completo a jorobarle la vida a los demás.

sábado, 16 de octubre de 2010

Experimento de la rana

Esta tarde he estado haciendo de turista por el centro con Alina, una mujer venezolana con la que compartí mesa en el aula las dos veces que pude asistir a clases de inglés en la Universidad de Anglia Ruskin. Tiene dos hijas veinteañeras que llevan tres años estudiando en Cambridge y ella está pasando cuatro meses en su casa y asistiendo a cuanto curso gratuito de inglés puede en varias escuelas locales. Vivir aquí les gusta, pero fue una elección forzada. Ella y su marido decidieron sacar a las chicas del país dada la inseguridad que allí impera, y no quieren que sus hijas regresen por más que ellas ya lo desean. Alina está reforzando su inglés por si se ven obligados a abandonar Venezuela. 
Habla de "los ricos" y de "los pobres" de allá. Chávez pretende atemorizar a los ricos para lograr que salgan del país. La policía secuestra. La policía roba. La policía mata. Si ocurre cualquier cosa no tienes a quién recurrir. Me contó lo que le pasó a una amiga de una amiga. Unos matones asaltaron a la mujer, que viajaba en un todoterreno con su hija de seis meses; ella les rogó que tomaran todo, que no le importaba, pero que, por favor, las dejaran ir. ¿Así que no te importa tu dinero?, le dijeron, pues te vamos a dar en lo que más te duela, y  le descerrajaron ahí mismo dos tiros a su niña.
Alina pensaba antes que los pobres se libraban, pero resulta que tampoco. Llega un coche a un barrio, se bajan otros matones, sacan una metralleta, lanzan unas cuantas ráfagas de forma indiscriminada, montan en el auto y se van; dejan tendidos en el suelo unos cuantos cadáveres; las madres de los muertos inocentes lloran desconsoladas ante las cámaras de televisíón; la vida sigue igual.
Los propietarios de bienes inmuebles tiemblan cuando Chávez pone su mirada sobre alguna de sus pertenencias. Expropienlo, expropienlo, esa es la palabra que él utiliza. Lo peor es que es probable que ese edificio expropiado quede luego abandonado a su suerte o que ese campo devenga al final improductivo.
Alina me cuenta todo lo anterior sin ponerle demasiada carga emotiva, como si eso que les está pasando fuera algo casi normal. Se lamenta de Chávez como podría hacerlo de un vecino que pusiera la tele a demasiado volumen. Yo no pensé que lo haría tan mal, dice, lo voté en las primeras elecciones porque prometía un cambio; lo que había antes de él tampoco era muy deseable y él en principio no estaba comprometido con ninguna ideología, propuso mandar emisarios a cada país para enterarse de qué era lo que mejor funcionaba en cada uno de ellos para aplicarlo luego a Venezuela.
Los humanos, como la rana del experimento, podemos adaptamos casi sin advertirlo a cualquier tipo de situación si esta se va instalando en nuestras vidas de un modo paulatino. Lo malo es que al final la rana muere.
Alina dice que lleva una vida de lo más normal en Caracas y no toma especiales precauciones, lo que si hace para protegerse es encomendarse a Dios cada mañana.
Experimento de la rana: Se echa una rana de golpe en un recipiente con agua casi hirviendo. La rana siente una fuerte impresión, pega un impetuoso salto, sale y se salva. Si se echa la rana en un recipiente con agua fría y lentamente se va calentando la temperatura hasta llegar al punto de ebullición, la rana no advierte el gradual cambio, no reacciona y muere hervida. 

viernes, 15 de octubre de 2010

La perfección


Jardín de mi casa

A principio de mes Nándor dejó su habitación. No subió a despedirse. El día antes de irse me preguntó si había pensado en la posibilidad de que mi hijo ocupara su vacante. Lo mismo le preguntó a Seweryn. Creo que sospechaba que lo sacaban a él para dar cabida a mi vástago. Pero no fue así, lo echaron por quejica. La verdad es que yo me llevaba bien con él y no me tomaba en serio sus rezongos; me hacía acordar al enanito gruñón del cuento de Blancanieves. Pero claro, a Monika y a Seweryn les tocaba el asunto de un modo directo. Ellos ponen mucho empeño en mantener su casa confortable y les resultaba molesto recibir quejas por tonterías a diario. No lo "echaron", como Nándor se explicaba dando un puntapié en el aire en dirección a la puerta de salida; sucedió que expiró el plazo de tres meses que figuraba en el contrato inicial y no se lo renovaron.
Monika y Seweryn son muy considerados en sus relaciones hacia los demás y esperan recibir el mismo trato. Seweryn subió unos tantos en mi escala de valoración el día que se sentó con Nándor en el anexo del jardín para explicarle del modo más amistoso posible porqué no querían aceptarlo por más tiempo en su casa.
Monika todavía recuerda con desagrado esa noche de verano en el jardín, cuando se largo a hablar en contra de la iglesia católica sin tener en cuenta que ellos son de esta religión y que podrían sentirse lastimados por esos comentarios.
Por quererlo todo tan perfecto ahora Nándor está viviendo en una casa mucho peor a tres manzanas de aquí. Ya le decía yo que la perfección extrema lleva al desastre. Discutíamos esto cuando él me ensalzaba a los alemanes o a los suizos en detrimento de los ingleses. Bendita la imperfección de este país; un poco de basurita en las calles me inspira confianza, le decía, y un poquito de desastre humano libra de muchos males. Y si no, que viera La Cinta Blanca, la grandiosa película del director austríaco Michael Haneke.
Total que sin pretenderlo tengo ahora a mi hijo instalado en la habitación de al lado. Antes de ponerse a buscar nuevos inquilinos Seweryn y Monika me preguntaron si me interesaba. A ellos les encantaría, y me propusieron un buen precio de alquiler para tentarme. Pensé que sería todo un lujo disponer de dos habitaciones, dos armarios, dos escritorios, baño y nevera propios y  buena calefacción para cuando llegue mi marido. Dije que sí. 
Ojalá Nándor llegue a encontrar un buen cauce para su vida, se lo deseo de verdad.

jueves, 14 de octubre de 2010

Post Office, el mejor lugar para cambiar euros por libras

LLoyd's bank tiene una sucursal en la esquina de Chesterton Road con Milton Road, es la oficina que queda más cerca de mi casa. Esta mañana he ingresado allí el talón del Hostel y he preguntado por cuantas libras me cambiarían dos mil euros. Luego he caminado diez minutos en dirección Arbury para encontrar sobre Histon Road la oficina de correos más próxima. Estaba situada en el interior y al fondo de un colmado, por eso me ha costado encontrarla. He encontrado el cambio en la Post Office mucho más ventajoso que en el banco y un poquito mejor que en Marks & Spencer. He sacado mis billetes y se los he dado a la chica flaquita que atendía. Cuarenta billetes de cincuenta euros. Ha llegado la que parecía ser la encargada del local, una inglesa muy gorda; entre las dos se han puesto a examinar al trasluz los billetes; primero sobre un aparato para detectar falsificaciones y luego acercándolos uno a uno a la pobre bombilla que alumbra el lugar. Me ha extrañado tanto esmero y que dos mil euros les pareciera una cantidad elevada.
La silla que antes ocupaba la chica flaca tiene saltado la mitad del skai del tapizado, dejando a la vista toda la goma-espuma del interior; la aspiradora y otros bártulos de limpieza descansan, a la vista de los clientes, en lo alto de un cúmulo de cajas desvencijadas. Mis observaciones se han visto interrumpidas por la presencia a mis costados de ambas figuras negras. Dos policías altos y fornidos se me habían acercado y me han pedido que me identificara. Querían saber de dónde había sacado los billetes. Su aspecto me ha resultado impactante y un tanto ominoso. Iban vestidos de negro y llevaban unos chalecos repletos de artilugios; solo les faltaba la metralleta para asemejarse a Rambo. Me han pedido los documentos y me han hecho un montón de preguntas. Ya me veía metida en una celda, como le sucedió al hermano de Seweryn. Con cara angelical les he contado que solo soy una inocente emigrante tratando de cambiar mis últimos dos mil euros para iniciar aquí una nueva vida. Uno de ellos ha anotado mis datos en su libreta y ha llamado por teléfono al departamento correspondiente. Se ha quedado junto a mi esperando una respuesta. Supongo que que los de la central estarían mirando si mi nombre constaba en su lista de delincuentes. Yo no sabía qué estaba pasando.
Resulta que dos días antes la policía había pasado un comunicado a todas las Post Office para que avisaran en el caso de que algún extranjero solicitara cambiar a libras dos mil euros en billetes de quinientos. Alguien había denunciado un robo por esa cantidad y los polis querían coger in fraganti al ladrón canjeando su botín.
En total he estado más de una hora retenida en dicha oficina. A mi salida el dueño del colmado se ha disculpado en español. Por supuesto que mi cifra no era millonaria, y me ha explicado, mediante un croquis en un papel, cuál había sido el problema. Con billetes de veinte no hubiese pasado absolutamente nada.
De todos modos Monika me ha explicado luego que nadie en UK anda con más de cincuenta libras en efectivo en los bolsillos. Caigo cuenta de la evidencia. He visto que en el supermercado casi todos pagan con tarjeta de débito. De veinte o de cincuenta, es lógico que les resultara sospechoso a unas empleadas de barrio mi fajo de billetes.

viernes, 8 de octubre de 2010

La empresa farmacéutica


Cambridge Science Park
El lunes empiezo en un nuevo trabajo. Tengo que aumentar mis ingresos económicos por otro lado ya que mi horario laboral en el Hostel se están reduciendo.
Amaneció un día perfecto, casi de verano. El Cambridge Science Park es un polígono que albergua sedes de compañias dedicadas a la investigación científica. Me levanté y me fuí hacia allí; en bici tardo diez minutos en llegar. Tenía la intención de repartir curriculums recepción por recepción en cada uno de sus preciosos edificios. La mayoría de ellos quedan medio camuflados entre una  naturaleza no salvaje, llena de árboles, setos, lagunas y grandes extensiones de césped.
Llegué a uno que tenía un auténtico tanque de guerra junto a su puerta principal. Pensé que estarían rodando un anuncio publicitario o algo así, porque junto al tanque estaban estacionadas tres furgonetas con sus puertas levantadas y gente joven pululando a su alrededor.  Luego me dí cuenta de que eran los empleados de la empresa, una firma dedicada a la creación de videojuegos, que estaban comprando sus sándwiches para el almuerzo en esos vehículos de venta ambulante.
En mis incursiones veía desde los vestíbulos y tras los cristales gente reunida en sesiones de trabajo, alrededor o a lo largo de las mesas, discutiendo asuntos o atendiendo explicaciones con las miradas puestas en los gráficos sobre pantallas.
En ningún lugar me necesitaban, porque tienen contratado el servicio de limpieza con compañías externas, pero me facilitaron algún teléfono.
Me acordé entonces de un edificio imponente que había visto una vez que fui a correr por ahí; ese sí se veía de lejos, parece  una construcción de la Nasa. Quizás allí resolvieran la intendencia por ellos mismos.
La recepcionista era una señora de unos sesenta años, guapa, muy puesta y que atendía las llamadas con un acento y tono de voz muy british. Después de escuchar mis explicaciones cogíó el teléfono interno y le dijo a su interlocutor que tenía ante ella a una nice woman, con un nice curriculum y que bajase a la recepción para conocerme. Me sugirió que esperara sentada en unos enormes sofás de cuero situados en el centro del hall, un espacio increíble, una especie de catedral moderna, el escenario perfecto para una película de ciencia ficción.  Cruzaron por ahí hombres tatuados, o pelados, con pinta de obreros; señoritas formales con taco alto y paso acelerado; mujeres y hombres, en grupo y charlando, dirigiéndose a otros lugares. Bien podría haber visto llegar por uno de esos corredores a  la hermosa replicante de la película Blade Ranner. Estoy en la sede central de un holding farmaceútico.
Llegó el señor que supongo tiene a su cargo al personal de limpieza. Me obsequió con un capuchino y nos sentamos en otro mullido sofá, esta vez de la cafetería.  Luego de una pequeña entrevista y de rellenar una solicitud de trabajo me aceptó como empleada. La primera semana solo serán dos horas diarias por las tardes, que podré combinar con las del hostel. Al hombre le resultó simpático me paseara por el barrio repartiendo curriculums en mano, y por supuesto que respondí que sí cuando me preguntó si soy ambiciosa. Me ha augurando una rápida ascensión laboral. Es gracioso. 
Lo intrigante es que me ha llamado por teléfono a las dos horas para preguntarme si tenía conocimientos de informática, ¿servirán estos para limpiar escaleras?.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Más sobre el trabajo

El hostel es un desastre. Este mes se han olvidado de pagarme; Dalila se equivocó y no cobré el veinticuatro del mes pasado, cuando lo hicieron todos los demás. Le pregunto a Natacha, la recepcionista, si ya lo han arreglado y me enseña una nota que Nick, el jefe, ha escrito para mi en una libreta y en la que me anuncia que en unos días me entregarán un cheque. Y ya estamos a seis de octubre. Si dependiera de ese dinero para comer ya estaría muerta de hambre. Hay una novedad, Nick se ha hecho poner una cortina tras el cristal que separa su oficina de la recepción. Ahora él está, pero no podemos verlo. Igual he llamado a su puerta para pedirle explicaciones. Sorry es lo único que se le ocurre decir. Y esto que HNA es una compañía de hospedaje importante dentro del país. Daniel me ha dicho que a él también le pasó lo mismo unos meses atrás.
Dalila y Nick son unos incompetentes que no saben apreciar al valioso personal que tienen. El día que por suerte ellos no están, el hostel se vuelve más simpático y la gente trabaja a gusto y con mayor eficacia. Todos estamos a la búsqueda de un nuevo empleo que nos permita largarnos del lugar.

Acabo de recibir una carta con fecha de ayer remitida por la asistente personal de no sé quien, porque no lo pone, de la Facultad de Económicas. La habrán escrito después de mi llamada, y se lo agradezco mucho. Dice lo siguiente:
Para la plaza de limpiadora: GW8064
Estimada Susanna:
Me gustaría darle las gracias por asistir a una entrevista para la posición anterior. Los componentes del jurado de la entrevista estaban impresionados con su "performance" pero tras una cuidadosa consideración, hemos decidido ofrecer el puesto a otro candidato. Nos damos cuenta de esto puede ser una noticia desalentadora, pero la competencia era reñida y no fue fácil tomar una decisión.
Le deseamos todo lo mejor para el futuro.
Le saluda atentamente,
Xxx Xxxxx
La verdad es que me puso contenta que se hubiesen tomado la molestia.
La palabra "performance" puede interpretarse aquí de diferentes maneras. Si ellos se refieren a mi "representación" durante la entrevista, ya me dí cuenta luego de que ahí había fallado. En el momento noté, y me alegró, que a ellos estaban encantados con mis explicaciones, pero claro, eso no era un casting para elegir a la actríz de una película. Para la próxima no me voy a mostrar tan ingenua y optimista, no para este tipo de trabajo.
Que no me hubiesen elegido por mi edad no se me ocurre ni pensarlo, porque eso no tiene solución.

martes, 5 de octubre de 2010

De vuelta a mandar Curriculums

He llamado a la Universidad de Económicas para que me confirmaran que la plaza de limpiadora, que tanto había deseado, no me la habían concedido a mi. Aunque ya lo intuía, porque era imposible que tardaran tanto en darme una respuesta afirmativa, me ha decepcionado saberlo de verdad.
Ya no sé que montón de ventajas había imaginado que tendría si conseguía entrar en una universidad, y de hecho estuve convencida hasta el final de que alguna plaza allí me estaba reservada.  Pero bueno, no ha sido así, y no puedo descorazonarme,  solo es cuestión de cambiar el chip rápidamente. Uno nunca sabe con certeza dónde le aguarda la mejor suerte.
Hoy tenía mi día libre y después de la noticia me he preparado un nuevo Curriculum, un tanto menos ingenuo que el primero que hice. Me he puesto bien guapa y me he ido a la calle. He tenido la suerte de que hacía un día muy bonito;  nublado, pero no llovía y no estaba frío, y eso aquí ya es mucho.
He vuelto por quinta vez al restaurante italiano que me gusta; si algún día me llaman va a ser por puro pesada que he sido. También he entregado el Curriculum en Zara y me ha atendido la encargada que me ha hablado en inglés, y luego en español, cuando le he preguntado de dónde era. Me ha dicho que es posible que me llamen para una entrevista. Aunque ya sé que en Cambridge no suelen darte de entrada un no por respuesta, mi máquina de imaginar ya se ha puesto a trabajar y  me he visto recuperando mis uñas pintadas y mis aires de señorita, e incluso estaba sintiendo perder de algún modo los aires de trabajadora soviética que ahora me acompañan cuando voy al hostel.
En la calle una mujer había sido atropellada por un autobús, su cuerpo se encontraba aún debajo de las ruedas, el tráfico estaba detenido y las ambulancias y la policía estaban en el lugar. No quise detenerme, bastante gente estaba ya agolpada en los alrededores. Unos cien metros más adelante y ajenos a todo lo anterior una pareja de novios salía radiante de la iglesia. Los recién casados sonreían al fotógrafo que trataba de inmortalizar ese momento tan importante en sus vidas. La vida discurría con normalidad para el resto de los transeuntes.

lunes, 4 de octubre de 2010

El mediterraneo

Bar Velódromo - Barcelona
Después de estar escribiendo casi a diario durante más de dos meses se me ha hecho extraño pasar una semana sin publicar nada.
Al regresar de Londres en Febrero, cuando fui a acompañar a mi hijo Lucas, aterricé en Barcelona justo el día en que mi hijo Simón viajaba a Madrid después de haber pasado en nuestro pueblo las fiestas de Carnaval. Mi marido y él vinieron a recibirme al aeropuerto y luego nos paseamos por la ciudad haciendo tiempo hasta la medianoche en que salía su autobús. Caminamos mucho y fuimos hasta el bar Velódromo de la calle Muntaner a tomarnos una caña. El aire cálido, las palmeras, el tipo de construcción, las motos en las aceras, la gente charlando en la calle frente a los restaurants, su modo de arreglarse; una semana en tierras británicas me bastó para que se me hiciera notorio el aire mediterraneo de mi ciudad, algo que nunca antes había percibido tan claramente. Me sentí satisfecha de que mi ciudad no me defraudara luego de haber gozado tanto de la capital inglesa.
Ahora, y luego de casi tres meses de ausencia, he vuelto a mirar con ojos nuevos mi paisaje de siempre y otra vez ha sido su carácter mediterraneo lo que con más evidencia he notado.
En Inglaterra me llamaba la atención al principio la inestabilidad de los suelos. El campo es blando. El piso de los aeropuertos y trenes está alfombrado. En las casas las escaleras y las bañeras pareciera que se movieran al pisarlas y las moquetas que no estuvieran colocadas sobre suelo firme. Luego te  acostumbras y eso pasa a ser lo normal y cuando regresas a España notas duros los pisos de cerámica de nuestras viviendas y de vuelta sientes el mediterraneo cerca.
Hace más de veinte años que mi marido y yo cambiamos nuestro piso frente al mar por nuestra casa actual. Me enamoré de ella en cuanto la vi. Es pequeña, pero eso nos ha brindado la posibilidad de soñar durante años con su posible ampliación. El suelo tiene un buen terrazo, que nunca nos gustó y que siempre pensabamos cambiar, aunque al final me habitué y hasta llegué a cogerle cariño por lo bien que ha resistido el paso de mis hijos sobre él. Pero realmente no es bonito, ahora lo he visto claro, y por más que desde el interior de la casa podamos divisar el mar,  algún día tendremos que cambiar ese suelo tan típico antaño de nuestro país por otro más cálido.
Bar Velódromo - Barcelona
También algún día pondremos calefacción a gas y dejaremos de andar con las botellas de butano arriba y abajo. Exagerando las cosas le he dicho a mi marido que este invierno en Cambridge cambiaremos los fríos; en lugar de helarnos dentro de casa nos helaremos en la calle.
Mi marido compró jamón ibérico para que me deleitara a mi llegada. De verdad que lo consiguió. No solo por el jamón, también por el pan, por el vino, por el aceite, por la teta gallega que me comí casi entera, por los tomates, por las olivas, por el café. Que bueno todo, que buenas materias primas tenemos.