En Sidney Street |
He llegado al trabajo con diez minutos de adelanto para hablar con Nick. Lo he encontrado solo y sin quehacer en la recepción. Le he comentado que había encontrado un error en mis pagos.
Me ha contestado que eran muchas las camas por hacer y que le contara mi problema al finalizar las tareas.
Le he señalado el reloj y me ha tenido que escuchar.
Esta bien, me ha dicho, lo revisaré otro día.
Es increíble. He sido el comodín del hostel durante todo el verano, he trabajado sábados y domingos sin cobrar pluses por festividad, he alargado mis horarios de improviso siempre que lo han requerido y ahora el señorito no está dispuesto a abrir los ficheros porque hoy es domingo.
Este tío tiene un grave problema personal.
Por una vagabunda que entró un día a cobijarse ha hecho instalar un sistema de bloqueo en cada puerta de la planta baja. Los huéspedes tendrán ahora que meter sus tarjetas-llave en la ranura a cada paso que den. También ha pegado en el mostrador de la recepción un enorme cartel que conmina a los recién llegados a mostrar sus documentos. Vaya hostel más amistoso que va a ser este.
Ha coincidido que me he encontrado en la cocina a James y Daniel despellejando verbalmente a su jefe.
James está empeñado en aprender español y cada día me pide que le enseñe alguna nueva palabra; hoy ha aprendido dos: bandeja y cabrón.
Por una vagabunda que entró un día a cobijarse ha hecho instalar un sistema de bloqueo en cada puerta de la planta baja. Los huéspedes tendrán ahora que meter sus tarjetas-llave en la ranura a cada paso que den. También ha pegado en el mostrador de la recepción un enorme cartel que conmina a los recién llegados a mostrar sus documentos. Vaya hostel más amistoso que va a ser este.
Ha coincidido que me he encontrado en la cocina a James y Daniel despellejando verbalmente a su jefe.
James está empeñado en aprender español y cada día me pide que le enseñe alguna nueva palabra; hoy ha aprendido dos: bandeja y cabrón.
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