jueves, 28 de octubre de 2010

Superwomans


El loro de Flaubert

La porción de círculo en un gráfico estadístico que le correspondería a los escritores con respecto a todas las demás profesiones ejercidas es mínima, sin embargo la proporción variaría mucho si calculáramos la cantidad de ellos que aparecen como personajes en libros o películas. Será que él que escribe habla a menudo sobre lo que más conoce.
En repetidas ocasiones leo en artículos de prensa a féminas contando acerca de sus atareadas vidas como mujeres profesionales que son. Estoy enterada de lo arduo que les resulta a veces conciliar su exigente trabajo con la vida familiar, algo que suelen resolver aplicando una muy buena organización.
Ellas no asumen el rótulo de superwomans que las revistas les adjudica, pero  confiesan que dicho título las persigue; las aboca a la perfección y les exige además lucir una apariencia externa impecable.
Sus neuronas trabajan en múltiples direcciones para cubrir todos los frentes; desempeñar sus trabajos, gestionar sus casas, ocuparse de la educación de sus hijos, controlar la salud familiar, planificar el ocio, programar las vacaciones, etc. etc.
Estas valiosas mujeres, que han encontrado la manera de hacerse apreciar, tienen a la fuerza que tener a su servicio un ejército de otras tantas féminas silenciosas encargadas de resolverles la intendencia.
Las viviendas no se limpian solas. Los niños pequeños enferman a menudo y necesitan de alguien que los cuide. Con fiebre, piojos o conjuntivitis tampoco pueden asistir al colegio de más mayores. La ropa se acumula si nadie la plancha. Alguien tiene que estar en casa cuando vienen a arreglar la lavadora; por no hablar de lo que sucede si el que tiene que llegar es el paleta o el pintor.
Silenciosas mujeres a la sombra realizan todos estos menesteres. No sabemos tanto acerca de ellas. Nadie les tapa la boca para que no hablen, es solo que no tienen fácil acceso a los medios para hacerse oír. No se sientan al ordenador a contar sus historias, ningún diario contrata sus servicios como cronistas de ellas mismas y no tienen amigas periodistas, vecinas escritoras o primas  publicistas que levanten su voz por ellas.
Tienen tantos frentes que atender como las primeras y despliegan además una actividad física agotadora; algunas serán extraordinarias mujeres pero a las trabajadoras silenciosas les está vedado el rótulo de superwomans y el reconocimiento social que los medios otorgan a las que han sabido desarrollar una carrera profesional.
Moraleja: Sin voz nadie te escucha. Si nadie te escucha, nadie te reconoce. Sin reconocimiento no hay superwoman posible.

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