martes, 5 de octubre de 2010

De vuelta a mandar Curriculums

He llamado a la Universidad de Económicas para que me confirmaran que la plaza de limpiadora, que tanto había deseado, no me la habían concedido a mi. Aunque ya lo intuía, porque era imposible que tardaran tanto en darme una respuesta afirmativa, me ha decepcionado saberlo de verdad.
Ya no sé que montón de ventajas había imaginado que tendría si conseguía entrar en una universidad, y de hecho estuve convencida hasta el final de que alguna plaza allí me estaba reservada.  Pero bueno, no ha sido así, y no puedo descorazonarme,  solo es cuestión de cambiar el chip rápidamente. Uno nunca sabe con certeza dónde le aguarda la mejor suerte.
Hoy tenía mi día libre y después de la noticia me he preparado un nuevo Curriculum, un tanto menos ingenuo que el primero que hice. Me he puesto bien guapa y me he ido a la calle. He tenido la suerte de que hacía un día muy bonito;  nublado, pero no llovía y no estaba frío, y eso aquí ya es mucho.
He vuelto por quinta vez al restaurante italiano que me gusta; si algún día me llaman va a ser por puro pesada que he sido. También he entregado el Curriculum en Zara y me ha atendido la encargada que me ha hablado en inglés, y luego en español, cuando le he preguntado de dónde era. Me ha dicho que es posible que me llamen para una entrevista. Aunque ya sé que en Cambridge no suelen darte de entrada un no por respuesta, mi máquina de imaginar ya se ha puesto a trabajar y  me he visto recuperando mis uñas pintadas y mis aires de señorita, e incluso estaba sintiendo perder de algún modo los aires de trabajadora soviética que ahora me acompañan cuando voy al hostel.
En la calle una mujer había sido atropellada por un autobús, su cuerpo se encontraba aún debajo de las ruedas, el tráfico estaba detenido y las ambulancias y la policía estaban en el lugar. No quise detenerme, bastante gente estaba ya agolpada en los alrededores. Unos cien metros más adelante y ajenos a todo lo anterior una pareja de novios salía radiante de la iglesia. Los recién casados sonreían al fotógrafo que trataba de inmortalizar ese momento tan importante en sus vidas. La vida discurría con normalidad para el resto de los transeuntes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario