Jardín de mi casa |
A principio de mes Nándor dejó su habitación. No subió a despedirse. El día antes de irse me preguntó si había pensado en la posibilidad de que mi hijo ocupara su vacante. Lo mismo le preguntó a Seweryn. Creo que sospechaba que lo sacaban a él para dar cabida a mi vástago. Pero no fue así, lo echaron por quejica. La verdad es que yo me llevaba bien con él y no me tomaba en serio sus rezongos; me hacía acordar al enanito gruñón del cuento de Blancanieves. Pero claro, a Monika y a Seweryn les tocaba el asunto de un modo directo. Ellos ponen mucho empeño en mantener su casa confortable y les resultaba molesto recibir quejas por tonterías a diario. No lo "echaron", como Nándor se explicaba dando un puntapié en el aire en dirección a la puerta de salida; sucedió que expiró el plazo de tres meses que figuraba en el contrato inicial y no se lo renovaron.
Monika y Seweryn son muy considerados en sus relaciones hacia los demás y esperan recibir el mismo trato. Seweryn subió unos tantos en mi escala de valoración el día que se sentó con Nándor en el anexo del jardín para explicarle del modo más amistoso posible porqué no querían aceptarlo por más tiempo en su casa.
Monika todavía recuerda con desagrado esa noche de verano en el jardín, cuando se largo a hablar en contra de la iglesia católica sin tener en cuenta que ellos son de esta religión y que podrían sentirse lastimados por esos comentarios.
Por quererlo todo tan perfecto ahora Nándor está viviendo en una casa mucho peor a tres manzanas de aquí. Ya le decía yo que la perfección extrema lleva al desastre. Discutíamos esto cuando él me ensalzaba a los alemanes o a los suizos en detrimento de los ingleses. Bendita la imperfección de este país; un poco de basurita en las calles me inspira confianza, le decía, y un poquito de desastre humano libra de muchos males. Y si no, que viera La Cinta Blanca, la grandiosa película del director austríaco Michael Haneke.
Por quererlo todo tan perfecto ahora Nándor está viviendo en una casa mucho peor a tres manzanas de aquí. Ya le decía yo que la perfección extrema lleva al desastre. Discutíamos esto cuando él me ensalzaba a los alemanes o a los suizos en detrimento de los ingleses. Bendita la imperfección de este país; un poco de basurita en las calles me inspira confianza, le decía, y un poquito de desastre humano libra de muchos males. Y si no, que viera La Cinta Blanca, la grandiosa película del director austríaco Michael Haneke.
Total que sin pretenderlo tengo ahora a mi hijo instalado en la habitación de al lado. Antes de ponerse a buscar nuevos inquilinos Seweryn y Monika me preguntaron si me interesaba. A ellos les encantaría, y me propusieron un buen precio de alquiler para tentarme. Pensé que sería todo un lujo disponer de dos habitaciones, dos armarios, dos escritorios, baño y nevera propios y buena calefacción para cuando llegue mi marido. Dije que sí.
Ojalá Nándor llegue a encontrar un buen cauce para su vida, se lo deseo de verdad.
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