Tren de lavado |
- A ver si no, yo eso lo leí, me contestó ella.
Supuse que habría leído la parte de la carta que mandé a una editorial de Barcelona.
Por suerte ahí dejó el asunto.
Lo gracioso es que la mítica mujer quedó interesada en mi persona por lo poquísimo que le conté.
Entonces, esto me basta.
Mi marido todavía no ha regresado a Cambridge desde entonces.
Mi marido todavía no ha regresado a Cambridge desde entonces.
Inmediatamente después del primer encuentro Berta salió de su casa con el último manuscrito de mi marido bajo el brazo camino de una reunión de junta directiva dónde iba a proponer a los de la editorial del grupo su rápida publicación.
También le ha pedido Berta a mi marido que junte todos los cuentos, publicados e inéditos, para ver de hacérselos editar en una potente editorial sudamericana que ella se sabe.
También le ha pedido Berta a mi marido que junte todos los cuentos, publicados e inéditos, para ver de hacérselos editar en una potente editorial sudamericana que ella se sabe.
Yo estoy bastante ilusionada. Le aseguro a él que esta vez será.
Mi marido prefiere mantener la calma.
Ya le sucedió en alguna otra ocasión, que le prometieron.
Mi marido prefiere mantener la calma.
Ya le sucedió en alguna otra ocasión, que le prometieron.
"Y tú a espabilar, que tienes un aire de niña mimada...", me dijo Berta en la despedida del primer día.
¿Tendrá algo de malo ese aire?, pensé.
¿Tendrá algo de malo ese aire?, pensé.
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