miércoles, 27 de junio de 2012

Anuncio a las puertas ll


Panna Cotta o Panacota
A Betty la aleccionó Chris una mañana en la preparación del desayuno inglés ¿no es verdad?, pues menos mal que ella no se hizo idea alguna, porque se fue de vacaciones por una semana  y ahí el hostel amaneció con carteles a las puerta ofreciendo el posible puesto de ella o mio a cualquier huésped a quién le viniera a bien; y así fue que se les presentó una muchacha que pintó de maravilla y a la que decidieron contratar; más el día en que debía empezar les llamó para advertirles de que ella en agosto pensaba tomarse el mes entero de vacaciones. 
Así que de vuelta a empezar y Betty sin enterarse. 
Tampoco yo capté de entrada que la directora hubiese puesto el anuncio tanto para los foráneos como para nosotras, con Betty afuera.
Quizá debieras presentar tu solicitud, me dijo Katie. 
¿Presentar mi solicitud?, ¿qué quieres decir, Katie?.
Me fui dando cuenta, si yo estaba dispuesta a aceptar una rebaja en mis condiciones, ella lo estaría a cotejar mi solicitud con las otras posibles recibidas. ¡Aaaah!; los bolsones arrastrados con sábanas arriba y abajo estarían estimulando mis neuronas; durante la mañana las teclas me fueron cayendo de una en una hasta hacerme la composición entera.
La dificultad estribaría en que se me hacía impensable que ella pudiera esperar que me iba a presentar con un  currículum escrito; más cuando en el pasado ya lo hice, poniendo uno en manos de Chris para dejar expresa constancia de  mi apetencia por un puesto en la cocina.
Uno podría pensar con tanto misterio que la señorita directora está ausente, pero que va, eso ocurre solo  en los maravillosos fines de semana, dónde todo fluye como la seda y lo pasamos mejor, el resto del tiempo, allí se la encuentra frente al mostrador, tiesa como una marioneta de sonrisa congelada.
Ahora que Betty ha regresado, me cuenta que también la han sentado por un rato en recepción para  proporcionarle algunas nociones en ese manejo, pero sin soltarle una explicación de más. 

"Este puto hostel de la caridad no para de propinarme bofetadas", le dije a Katie, sin el puto, por supuesto, el día de la aparición de los carteles.
"Este hostel de la caridad no para de propinarnos bofetadas", me dijo Natasha, el día que nos dejó para siempre a cero calorías.

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