martes, 26 de junio de 2012

Anuncio a las puertas l


Anoche llegué del trabajo alterada. 
Mi marido me aconseja que trate de tomar distancia; es lo que se lo ocurre decirme para consolarme, pero yo consolada ya quedo en cuanto le he contado, eso no quita que siga pensando que ese hostel es un puto cabrón y le digo a mi marido que no estoy hecha de plástico para pasarme dos años en él sin sentirme afectada. 

Annika es una alemana que vino por mes y medio, igual que Aurélie, a trabajar gratis a cambio de alojamiento, comida y un certificado de su estancia en prácticas de inglés y se la podía ver cual rosa ufana atendiendo en recepción o realizando tarea de cualquier tipo hasta que se le vino encima la gran bronca.
Desde que se fuera el director ladrón la norma con respecto al sobrante de comida en las bandejas del buffet se había relajado bastante y el personal acostumbraba a servirse ante la mirada permisiva de la directora, en caso de que algo quedara, porque eso funcionaba como una tómbola, en la que a veces no toca nada.
Ahora la ley dura ha regresado y el hostel se limitará a servir comida a los que por escrito les conste en el contrato, es decir, la directora, la subdirectora y el jefe de cocina.
Así es como ahora ellas pasean sus platos humeantes desde la cocina hasta la recepción para dar buena cuenta de ellos ante las narices de los demás.
Sin embargo el bueno de Chris no tiene estómago para llevarse al buche algo del hostel sin que su gente en la cocina lo esté haciendo y ahora pega mordisco a su  sandwich de Mark&Spencer junto a la pila de los que está preparando para el lunch de los clientes.
Por su bondad también habrá sido que Chris le envolvió a Annika tres postres de panacota que  habían sobrado después de haberla tenido ayudándolo por nueve horas sin parar, y en esas fue que entró la directora a la cocina y los vio ahí, preparados sobre la mesada de aluminio. Según Annika los ojos se le dispararon hacia el postre y con rostro enrojeció le preguntó si acaso estaba pensando en llevárselos, y más incomprensible aún, según Annika, si quizá estaría pensando en metérselos en su nevera particular.
Eso me contaba anoche la encantadora germánica después de otra maratoniana jornada suya en la cocina. Su voluntariado de ocho horas diarias alargando como un chicle y sin embargo ayer la  directora seguía con su cabreo y la estuvo atosigando todo el día y  llamando a Chris por teléfono delante suyo para  para echarle la bronca por lo de la panacota.

Y ese Chris tan majo, cuando ya pensaba yo que gracias al grito que pegué y a su reacción favorable habíamos podido volver a hablar y deshacer el lío que hubiera podido existir, pues entonces, entro tan contenta a la cocina por la tarde y mientras la tenía a Annika empleada en la tarea de emplatar porciones de tarta  me manda a mi directa a adecentar el cuarto mugriento y el lavabo de mis terrores. Así que en un momento que vino a mirar le repetí con toda mi divina humildad lo que ya le había semi anunciado: "Chris, estoy pensando que en septiembre me iré, no quiero continuar por más tiempo con este tipo de tareas".

Annika es un encanto y vale para todo, eso en cinco minutos está visto, ella no tiene nada que ver, pero yo el año anterior y el otro acostumbraba a servir los platos y ahora ya no, eso también lo llevo bien observado, y si Chris me sacó anoche del zulo para hacer de ayudante de ella fue exclusivamente por carecer a mano de cualquier otro. 
Luego vino la recogida y el lavado a toda marcha. Ellos por su cuenta y yo por la mía. Terminada su parte Chris suele irse a casa un rato antes que los demás. Entonces se cambia y se acerca a despedirse. En esas estaba que me viene, me abraza y me suelta al oído: "Susanna, dejas los baños de maravilla".
¡A ver!, a mi que no me digan, o es un cabrón, o es un tonto de capirote, una de dos.
Espero que sea lo segundo, por que de lo primero estoy hasta la coronilla.

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