jueves, 14 de junio de 2012

Tomates británicos


Y pensar que al principio le llevé a Chris unos tomates crecidos en el Reino Unido, para que los viera, con la etiqueta sin despegar, porque parecía no darme crédito, y sin embargo yo los acababa de comprar en  el supermercado, finest tomatoes, muy sabrosos, por cierto.
Cómo iba a saber que los cultivan en invernaderos si ningún nativo me lo había explicado y hasta la fecha solo los había visto en grandes cantidades importados de España u Holanda.
Al emigrante hay que explicarle, hombre, para que se entere.

En el pueblo de mi infancia una vez iba por la calle del brazo de mi madre cuando nos cruzamos con un hombre negro que la saludó y al que ella respondió con una abierta sonrisa por si fuera de la vecindad. Al momento el varón se paró a negociar porque interpretó que mi madre le había dado la señal de estar por la labor de emparejarme con él.
"Pero criatura, a dónde vas, si ella está casada y  tiene dos hijos tan altos como tu", mi madre le dijo.
Mi madre hace como debe ser; ella sí que da explicaciones, para que la gente no ande confundida por estos mundos de Dios.
Hace poco otro hombre de procedencia subsahariana se le acercó por la calle para proponerle un arreglo, esta vez directamente con ella. "Mire señora, yo la veo a usted, sola en esta gran casa, y a mi usted, aunque sea algo mayor, veo que está bien y me podría gustar. Si quisiera, nosotros podríamos...".
También mi madre se paró con él a deshacerle la idea, "que no hombre, que no, yo estoy muy bien cómo estoy, tengo mi vida hecha y me encanta vivir sola, además tengo la casa de continuo invadida...".
El hombre se quedó sin mi madre y sin el patio de mi casa, aventurando que lo segundo le interesara, pero   doy por seguro que con la información le habrá quedado satisfecho.

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