sábado, 18 de septiembre de 2010

Formas diferentes

Silver Street
Camino con mi hijo Simón por las calles de esta ciudad y me doy cuenta de que él la mira bajo otro prisma. Mami, ¿porqué hay coches con matrículas blancas y otros con matrículas amarillas?. Mami ¿qué indican las lineas en zig-zag pintadas sobre el asfalto?. Anda, mira, los taxis son diferentes entre sí, y no todos del mismo color. ¿Cómo que no hay motos? y alcanzá a ver que dos muchachos que han pasado a nuestro lado en una de ellas, nos han hecho un gesto ofensivo con la mano, al que mi hijo no termina de dar crédito.
Le cuenta esto último a un amigo suyo, al que hemos ido a llevarle un paquete de jamón serrano de parte de su madre, y este le comenta que en esta ciudad hay que andarse con mucho cuidado, que el personal está muy agitado y es más duro que en España.
Como mi vecino húngaro, mi hijo protesta por los grifos separados de agua fria y caliente en la pila del lavabo y por el tamaño diminuto que esta tiene; y no le ha gustado nada que no haya enchufes en los lavabos para poder afeitarse.


Hace un rato me ha llamado por Skipe la ex-mujer de mi marido, Laura; está muy intrigada con mis peripecias. Ella es argentina y vive en Buenos Aires. Hace unos años intentó mudarse a Madrid, donde reside su hijo Daniel, pero no pudo adaptarse a la vida en nuestro país y regresó a su ciudad. Lo entiendo muy bien, porque ella es una típica mujer bonaerense y esa ciudad es mucha ciudad como para cambiarla por otra. Supongo que por eso ahora Laura sigue con asombro lo que a mi me acontece aquí, y me lo analiza.
Ella analiza todo, y a mi lo que me sorprende es que por más que yo me quedara mil años pensando, nunca llegaría a alcanzar el tipo de elucubraciones mentales que ella hace. Se ve que debemos tener un entramado cerebral muy diferente.
Ella se pone en la piel de mi desazón y me da consejos para calmarme, por más que yo le digo que no estoy desasosegada en absoluto.
Le digo que he presentado mi solicitud para una plaza de limpiadora de placas de vidrio e instrumental en un laboratorio donde nadie me conoce, e interpreta que me han requerido a mi, dada mi  inteligencia y donaire natural, para ocupar dicha plaza que ella considera de mucha responsabilidad técnica y no al alcance de cualquier mano. Brindará con champán si me la conceden y yo le agradezco mucho el gesto.

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