sábado, 25 de septiembre de 2010

Juan el Gigantón

Pulpería-Acuarela de Pancho Fierro-Lima
El modo en que aquí te asustan en verano del frío que llegará en el invierno me recuerda al relato argentino de Juan el Gigantón que mi marido contaba a nuestros hijos de pequeños.
Juan el Gigantón era un tipo tan espantosamente grande y horrible que la gente del lugar huía despavorida en cuanto escuchaba hablar de su eminente llegada.
Un día que alguien anunció que lo había visto venir, el único incauto que, por desconocimiento, no corrió a ocultarse fue el pobre forastero que habían contratado en la pulpería para atender a los parroquianos. Fue él quien con manos temblorosas tuvo que servirle un whisky al enorme y terrorífico hombre que de un modo urgido entró a tomarse unos tragos antes de largarse del lugar para irse a esconderse del que habían avistado que estaba por llegar.
Mientras estaba trabajando he recibido un mensaje de teléfono de Marian, una chica inglesa con la que intercambio clases de inglés por español, preguntándome si estaba libre para ir a su casa a por las de inglés. Ok. A la salida me he dirigido hacia allí  atravesado con la bici un puente peatonal techado que pasa por encima de las vías del tren. Ella vive en cerca de Mill Road, en una zona tranquila y bonita, no lejos del Hostel.
Me hace entrar por el jardincito trasero a una cocina pequeña y revuelta. En el suelo del salón están apiladas por secciones un montón de cosas; su hija, una veinteañera de larga melena pelirroja, se va a la universidad la próxima semana y están preparando todo lo necesario. Me gusta que el desorden no la haya privado de invitarme a su casa. Marian está al teléfono tratando de solucionar algún problema que tiene con su compañía de telefonía y mientras, me prepara un té. Lo primero que aprendo es que para que Virgin te arregle lo que estás reclamando tienes que armarte con la misma paciencia que cuando llamas a Vodafone en España e ir pasando de operador en operador contándole a cada uno de nuevo cual es tu problema. No puedo captar el sentido exacto de todo lo que hablan, pero la cantilena me la sé de memoria.
Marian y su hija se comportan en mi presencia de un modo muy natural, como si yo hubiese estado entre ellas desde siempre.No hay ningún objeto feo a la vista, todo es funcional y agradable.
Aunque tenía un libro de gramática inglesa abierto sobre una mesita por la página que me quería explicar, la lección se ha montado sola conforme me ha ido contando el problema que ha tenido en su ojo derecho y que le impidió el último sábado conducir hasta mi casa, que es donde inicialmente teníamos la cita. Su ojo ahora ya está bien, así que he podido ver aplicado el pasado simple de los verbos en las frases que ha usado para contarme qué es lo que le sucedió.

Un alto en la pulpería-Museo Nacional de Bellas Artes-B. Aires
Marian habla un inglés con un acento que me gusta mucho, pero que me cuesta bastante reproducir, ella dice que es un acento neutro. Me doy cuenta de que he tenido pocas conversaciones con ingleses nativos desde que he llegado. Me lo he pasado muy bien y creo que ella también.
He vuelto a casa por una ruta diferente de la habitual. Al ir desde Mill Road a Newmarket Road he pasado por un sendero que atraviesa unos inmensos campos con vacas. Tenía toda la sensación de estar atravesando los Pirineos. Había dejado de llover pero me venía de frente un aire bien  frío. Tenía que pedalear con fuerza para entrar en calor y ganarle al viento, y eso me hacía sentir muy viva. Pero claro, ahora es fácil, todavía estamos en Septiembre. A saber qué va a pasar cuando llegue Juan el Gigantón.

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