Me gusta mucho tener a mi hijo Simón conmigo. Los primeros tres días estaba un poco nervioso por el cambio, pero ahora esta de lo más bien.
Le gusta que lo mime, que esté pendiente de él y que le prepare las comiditas.
Le encanta el colchón de mi cama, tan grande y tan confortable.
Él dejo nuestra casa en Catalunya a los dieciséis años y se fue a vivir con su hermano Daniel a Madrid. Era todavía un poco chiquito para irse por ahí, pero las circunstancias nos obligaron a tomar esa medida.
Fue un cambio brusco porque siempre habíamos vivido muy pegados.
Rara es la vez que mis hijos y yo nos separamos cuando eran niños. Ningún pariente, ni ninguna canguro se hubieran podido hacer cargo de ellos dada la energía atómica que desplegaban.
Simón viajaba de tanto en tanto desde Madrid a casa y se pasaba unas buenas vacaciones de verano con nosotros, pero siempre se me hacía corto.
Seguro que en cuanto encuentre trabajo aquí alquilará una habitación y se irá a vivir por su cuenta y estaré contenta de que así sea, pero de momento me recupero con él del tiempo que nos faltó.
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