Yo no soy una limpiadora normal, yo soy la reina de las limpiadoras. Si pusieran una cámara indiscreta en cada habitación se darían cuenta. Le pongo una energía desmesurada. Si tengo que arreglar una habitación, la arreglo, pero quiero que quede perfecta. Dentro de lo que cabe, claro, porque si la mayoría de las cortinas están salidas de sus rieles o las papeleras están que dan asco, yo ahí ya no puedo hacer nada.
Pero hoy estaba en la recepción cuando ha bajado Victoria de hacer el chequeo y me ha dicho: "Susanna, cuando entro en las habitaciones que tu has arreglado, no hago otra cosa más que sonreír ¡qué bonitas!". Me ha gustado la imagen que ha usado para agradecerme el trabajo, la de la sonrisa en su cara, y es que esta chica es un sol.
No como Dalila que con las chaquetas de punto desmañadas que se coloca y su postura corporal encogida me hace acordar a la vieja del cuento de la castañera, con todo y que no tendrá más allá de treinta y cinco años. Siempre espera a que todos hayamos fichado la salida para robarnos nuestro tiempo, y con una mueca sonriente en la cara, que hace ver sus dientes careados, nos dice: "Venga chicos, es un ratito nada más, voy a mostrarles los protocolos a seguir en caso de incendio". "Venga chicos", y nos lleva al cuarto de la ropa limpia para enseñarnos como no quiere que apilemos las sábanas, por poner un ejemplo. No por aquí, no por allá, no no no; nunca nada positivo. Ella es más jefa que Victoria, y sin embargo Victoria le da mil vueltas en todo. Así es la vida.
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