Hoy he recibido una carta del Job Centre Plus con mi National Insurance Number. Este es mi número permanente que me permitirá trabajar en este país siempre que quiera.
Quería comprar cereales de marca blanca y algo de fruta, pero ni de lo uno ni de lo otro estaban muy surtidos. Había unas bandejitas minúsculas con unas cerezas medio descompuestas. Las fresas en cajitas de doscientos gramos, cuando en España las compro en cajones de a dos kilos. Melocotoncitos y nectarinas en mallas de a cuatro.
Por ahora está bien, porque estoy sola, y no necesito más, pero con estas dosis no se alimenta una familia.
Compré una bolsa de frutos secos variados que están rancios. Y unas bananas que no sabían a nada.
Se ve mucha comida preparada que tiene buen aspecto pero que no me detengo a mirar porque para mí por ahora es prohibitiva.
Llené la mochila y emprendí la vuelta a casa. Estaba cayendo una llovizna fresca y agradable que no llegaba a mojarme.
Hoy en el recorrido hacia casa pasé por delante del supermercado Asda. Mi hijo me había dicho que era el que estaba mejor. Aparqué la bici y entré. Tenía razón. Hay de todo y en cantidad. Grandes bolsas de pasta fresca, pollos enteros, rodajas de pavo con denominación de origen. Hasta tiene una mini pescadería. Algunas frutas y verduras las venden a granel.
Me acabo de comer un lomo de salmón que he comprado por una libra, condimentado y envuelto en una bolsita lista para poner en el microondas, que estaba buenísimo. Y la banana sabe a banana.
Mi bicicleta |
Voy progresando con la bicicleta. En las subidas de los puentes modifico la marcha y tras un ruido estruendoso de la cadena al cambiar de piños empiezo a darle a los pedales más rápido y con menor esfuerzo. Cuando llega la bajada, vuelvo a la posición inicial y salgo veloz del puente hacia la calle.
Hasta ahora la compra siempre la he hecho en dos supermercados de proximidad, Tesco y The Cooperative. En cada barrio hay varios. Pero me habían comentado que en las grandes superficies presentan los productos en envases más grandes y por tanto más económicos.
Ayer a la vuelta del trabajo pedalee tres cuartos de hora hasta un Tesco grande que veo a lo lejos cuando salgo a correr. Queda en Milton. Pasé por un puente para peatones y ciclistas sobre la autopista que ya había cruzado corriendo un par de veces y me hacía gracia inaugurarlo con mi bicicleta.Quería comprar cereales de marca blanca y algo de fruta, pero ni de lo uno ni de lo otro estaban muy surtidos. Había unas bandejitas minúsculas con unas cerezas medio descompuestas. Las fresas en cajitas de doscientos gramos, cuando en España las compro en cajones de a dos kilos. Melocotoncitos y nectarinas en mallas de a cuatro.
Por ahora está bien, porque estoy sola, y no necesito más, pero con estas dosis no se alimenta una familia.
Compré una bolsa de frutos secos variados que están rancios. Y unas bananas que no sabían a nada.
Se ve mucha comida preparada que tiene buen aspecto pero que no me detengo a mirar porque para mí por ahora es prohibitiva.
Llené la mochila y emprendí la vuelta a casa. Estaba cayendo una llovizna fresca y agradable que no llegaba a mojarme.
Hoy en el recorrido hacia casa pasé por delante del supermercado Asda. Mi hijo me había dicho que era el que estaba mejor. Aparqué la bici y entré. Tenía razón. Hay de todo y en cantidad. Grandes bolsas de pasta fresca, pollos enteros, rodajas de pavo con denominación de origen. Hasta tiene una mini pescadería. Algunas frutas y verduras las venden a granel.
Me acabo de comer un lomo de salmón que he comprado por una libra, condimentado y envuelto en una bolsita lista para poner en el microondas, que estaba buenísimo. Y la banana sabe a banana.
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