En Cambridge están las calles por las que transitan todo tipo de vehículos, y luego están los senderos por donde sólo pasan ciclistas y peatones.
Con la bici puedes ir de un lado a otro de la ciudad atravesando prados y jardines. De hecho tengo la sensación de estar viviendo un verano campestre. Hay que conocerlos, pero siempre existen bucólicos caminos que te salvan de pasar por los nudos de carreteras, o atajos entre casas y edificios que te facilitan el desplazamiento.
La bicicleta es la reina de la calzada, y de la acera. Los coches se detienen a su paso y los peatones se disculpan si interfieren en su avance. Casi no hay motos.
Es una ciudad muy tranquila; no se escuchan demasiados ruidos y el centro histórico y comercial está cerrado a la circulación.
Es un destino turístico, lleno de visitantes de todas las nacionalidades. Las calles principales están muy concurridas, sobre todo los fines de semana, pero perdura la calma. Todo lo que escuchas al pasear es un leve murmureo y de tanto en tanto el sonido de la música, los cantos o las declamaciones de alguno de los múltiples, y a veces buenísimos, grupos de artistas que en el centro se dan cita con sus actuaciones callejeras.
Aunque ayer, cuando caminaba por la zona del King's College, escuché a lo lejos un clamor que poco a poco iba en aumento y que despertaba la curiosidad de los transeuntes. Pronto supe de qué se trataba. "Españoles, españoles, somos españoles", gritaban y repetían unos animados y festivos estudiantes mientras avanzaban izando una bandera rojigualda. Los seguí corriendo tratando de sacarles una foto.
Con la bici puedes ir de un lado a otro de la ciudad atravesando prados y jardines. De hecho tengo la sensación de estar viviendo un verano campestre. Hay que conocerlos, pero siempre existen bucólicos caminos que te salvan de pasar por los nudos de carreteras, o atajos entre casas y edificios que te facilitan el desplazamiento.
La bicicleta es la reina de la calzada, y de la acera. Los coches se detienen a su paso y los peatones se disculpan si interfieren en su avance. Casi no hay motos.
Es una ciudad muy tranquila; no se escuchan demasiados ruidos y el centro histórico y comercial está cerrado a la circulación.
Es un destino turístico, lleno de visitantes de todas las nacionalidades. Las calles principales están muy concurridas, sobre todo los fines de semana, pero perdura la calma. Todo lo que escuchas al pasear es un leve murmureo y de tanto en tanto el sonido de la música, los cantos o las declamaciones de alguno de los múltiples, y a veces buenísimos, grupos de artistas que en el centro se dan cita con sus actuaciones callejeras.
Aunque ayer, cuando caminaba por la zona del King's College, escuché a lo lejos un clamor que poco a poco iba en aumento y que despertaba la curiosidad de los transeuntes. Pronto supe de qué se trataba. "Españoles, españoles, somos españoles", gritaban y repetían unos animados y festivos estudiantes mientras avanzaban izando una bandera rojigualda. Los seguí corriendo tratando de sacarles una foto.
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