sábado, 28 de agosto de 2010

El viajero


Macpie o Pica-pica
 En el trabajo, más o menos a las doce, me tomo un descanso y me voy al jardincito del hostel que casi siempre está vacio. Me da gusto descalzarme y estirar las piernas a lo largo del banco de madera junto a la mesa. Aprovecho para hacer unos cuantos ejercicios de estiramiento. Es una pequeña rutina diaria.
Hoy tenía además sobre la mesa una cajita de plástico transparente con tres ciruelas y me estaba comiéndo una rebanada de pan integral cuando detrás mío sentí llegar a un hombre que estaba diciendo algo en voz alta, di vuelta a la cabeza y ví que era  a mí a quien se dirigían sus palabras  "No puede ser que usted esté comiendo algo que se trajo de su casa. No puede ser que trabajando usted aquí no le proporcionen un desayuno como es debido". Iba hablando mientras se acercaba a otro banco del jardín y se sentaba a liar un cigarrillo. "Llevo veinte años trabajando en Francia y allí una cosa así jamás hubiese sucedido. Allí se preocupan de darte algo bueno para comer", yo no había abierto la boca y el hombre continuaba, "yo no soy inglés, no soy más inglés, ahora yo, yo ya soy francés"; me hablaba a mí, y también se lo decía a si mismo. Su aspecto me trajo a la memoria a uno de los personajes del cuadro de Cézanne Los Jugadores de Cartas. Le pregunté de dónde era. "Nací en este país, pero no puedo ser de un lugar dónde la gente corre por la calle engullendo su comida. En Francia se sientan a la mesa, pueden tomanse sus dos horas para comer, tienen tiempo, charlan mientras tanto", y continúa "aquí van rápido, no piensan en la gente, solo piensan en los pennys" dice mientras hace con la mano el gesto de contar dinero. Nos quedamos charlando. Es profesor de Historia. Creo que es un viajero porque en su conversación opina sobre diferentes países y dice no conocer España; "No, sólo he estado como turista; en  Madrid, en la Mezquita de Córdoba y en la Alhambra de Granada" dice respondiendo a mi pregunta. "Dos países con mucha historia los nuestros" y compone un gesto de confrontación. "Pero Cambridge no es Inglaterra, Cambridge es otra cosa", bueno, menos mal.
Han sido quince minutos muy intensos que he disfrutado de verdad. Me ha dado la sensación por un momento de que el jardín empedrado se había transformado en un espacio teatral y que nosotros eramos los comediantes. Pero tengo que volver a la faena.
Me levanto, me acerco, le tiendo la mano y me despido.  Sir, ha sido un placer.

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